martes, 23 de septiembre de 2014

EL FUTURO DE LA ABOGACÍA.


Cuando yo comencé a ejercer como Abogado sólo se necesitaban unos cuantos códigos y libros, una máquina de escribir, un despacho para recibir a los clientes y mucha ilusión. La experiencia la conseguías, bien de pasante, o yendo a los Juzgados a ver juicios y a que te dejasen ojear las actuaciones.

No existían los ordenadores, ni las fotocopiadoras. Se utilizaban robustas máquinas de escribir y el papel de calco y de cebolla para las copias. Y existían los Juzgados de Distrito que cubrían la Justicia más inmediata: juicios verbales y de faltas.

Ahora, un recién Licenciado en Derecho no puede por sí solo abrir y mantener un despacho; tiene que contentarse con apuntarse al Turno de Oficio (después de realizar un curso de práctica jurídica) o entrar en un despacho consolidado. Y aquí viene el problema si no tienes lazos de parentesco o económicos, puesto que la entrada en un bufete es un camino de obstáculos en el que un buen currículum solo garantiza que puedas llamar a la puerta.

No tengo nada que objetar a la exigencia de requisitos de excelencia para entrar en los grandes bufetes, pero me extraña que TODOS exijan el dominio de idiomas, entre ellos el inglés, como si todos los abogados fuesen a trabajar en el extranjero o con clientes extranjeros.

También me sorprende que TODOS valoren másteres, aunque algunos nada tengan que ver con el ejercicio de la abogacía.

            Pero lo que verdaderamente me irrita es que se burlen de las expectativas de los jóvenes licenciados.

Hace poco leí un artículo en el periódico EXPANSIÓN (19-09-2014) que llevaba por título BUFETES QUE REGALAN UN MÁSTER JUNTO AL CONTRATO DE TRABAJO, donde se especificaba que “algunas firmas de la abogacía pelean por atraer a los mejores letrados jóvenes añadiendo a los altos salarios un postgrado gratuito en prestigiosas escuelas y universidades”.

Yo solo hablo de lo que conozco y no pretendo generalizar, pero me extraña que los grandes bufetes se conviertan en ONGs y regalen formación desinteresada.

            Sé de una joven licenciada, con buen expediente académico y mucha ilusión, que envió su curriculum a unos de estos bufetes y le ofrecieron un contrato de trabajo por un año con un salario de 700,00 € mensuales; a cambio debía de hacer un máster, impartido por ese despacho, cuyo precio era de 27.000,00 €. Es decir, que además de trabajar un año gratis, debía de abonar 18.600,00 € por la formación. Y en cuanto a las becas, si optaba por una de ellas de 6.000,00 o 12.000,00 € para cursar el máster, no llevaba aparejado el contrato de trabajo.

            Conozco casos de jóvenes licenciados a los que sólo se les paga unos cientos de euros y se les exige amplios horarios. Y conozco también muy pocos casos en los que se les hace contratos en prácticas de 6 meses, ampliables a dos años, con todos los derechos (vacaciones, seguridad social, etc.).

Por ello, no es de extrañar que uno de los pocos regímenes especiales que quedan en la Seguridad Social sea el de los abogados, junto a los empleados de hogar.

Luis M. Garrido.
Abogado.




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