EL FUTURO DE LA ABOGACÍA.
Cuando yo comencé a ejercer como Abogado sólo
se necesitaban unos cuantos códigos y libros, una máquina de escribir, un despacho
para recibir a los clientes y mucha ilusión. La experiencia la conseguías, bien
de pasante, o yendo a los Juzgados a ver juicios y a que te dejasen ojear las
actuaciones.
No existían los ordenadores, ni las
fotocopiadoras. Se utilizaban robustas máquinas de escribir y el papel de calco
y de cebolla para las copias. Y existían los Juzgados de Distrito que cubrían la Justicia más inmediata:
juicios verbales y de faltas.
Ahora, un recién Licenciado en Derecho no
puede por sí solo abrir y mantener un despacho; tiene que contentarse con
apuntarse al Turno de Oficio (después de realizar un curso de práctica jurídica)
o entrar en un despacho consolidado. Y aquí viene el problema si no tienes
lazos de parentesco o económicos, puesto que la entrada en un bufete es un
camino de obstáculos en el que un buen currículum solo garantiza que puedas
llamar a la puerta.
No tengo nada que objetar a la exigencia de
requisitos de excelencia para entrar en los grandes bufetes, pero me extraña
que TODOS exijan el dominio de idiomas, entre ellos el inglés, como si todos
los abogados fuesen a trabajar en el extranjero o con clientes extranjeros.
También me sorprende que TODOS valoren
másteres, aunque algunos nada tengan que ver con el ejercicio de la abogacía.
Pero lo que
verdaderamente me irrita es que se burlen de las expectativas de los jóvenes
licenciados.
Hace poco leí un artículo en el periódico
EXPANSIÓN (19-09-2014) que llevaba por título BUFETES QUE REGALAN UN MÁSTER
JUNTO AL CONTRATO DE TRABAJO, donde se especificaba que “algunas firmas de la abogacía pelean por atraer a los mejores letrados
jóvenes añadiendo a los altos salarios un postgrado gratuito en prestigiosas
escuelas y universidades”.
Yo solo hablo de lo que conozco y no pretendo
generalizar, pero me extraña que los grandes bufetes se conviertan en ONGs y
regalen formación desinteresada.
Sé de una joven licenciada,
con buen expediente académico y mucha ilusión, que envió su curriculum a unos
de estos bufetes y le ofrecieron un contrato de trabajo por un año con un
salario de 700,00 € mensuales; a cambio debía de hacer un máster, impartido por
ese despacho, cuyo precio era de 27.000,00 €. Es decir, que además de trabajar
un año gratis, debía de abonar 18.600,00 € por la formación. Y en cuanto a las
becas, si optaba por una de ellas de 6.000,00 o 12.000,00 € para cursar el
máster, no llevaba aparejado el contrato de trabajo.
Conozco casos de
jóvenes licenciados a los que sólo se les paga unos cientos de euros y se les
exige amplios horarios. Y conozco también muy pocos casos en los que se les
hace contratos en prácticas de 6 meses, ampliables a dos años, con todos los
derechos (vacaciones, seguridad social, etc.).
Por ello, no es de extrañar que uno de los
pocos regímenes especiales que quedan en la Seguridad Social
sea el de los abogados, junto a los empleados de hogar.
Luis M. Garrido.
Abogado.
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